Johan Mijail (1990) es una escritora y performer dominicana. Autora de los libros “Pordioseros del Caribe”, “Inflamadas de retórica. Escrituras promiscuas para una tecnodecolonialidad”, “Manifiesto antirracista. Escrituras para una biografía inmigrante” y “Chapeo”. Ha mostrado su trabajo performativo en Estados Unidos, México, Uruguay, Chile, España, Costa Rica, República Dominicana, Alemania, Francia, México y Colombia, con un trabajo escritural y visual que invita a un imaginario transfeminista y decolonial. Dirige Catinga Ediciones, la primera editorial en República Dominicana especializada en la publicación y promoción de literatura producida por personas negras/afrodescendientes LGBTQI+, donde ha publicado las fanzines “Santo Domingo is burning” y “La Dominadora”.
Por su papel en la facilitación y participación en espacios colectivos para el registro y construcción de archivos trans y recientemente, el lanzamiento de su novela “Chapeo” (2021), consideramos pertinente tenerla en éste número de nuestra revista.
A Continuación sus respuestas a la entrevista:
¿Qué es ser travesti? ¿Por qué Johan Mijail decide nombrarse travesti y no trans?
El travestismo es una práctica ancestral. Cuando digo “soy travesti” trato de activar un posicionamiento que traiciona las lógicas blancas y neoliberales que definen hoy las políticas de la identidad inventadas por un programa internacional de lo transgénero. Parece que hay una receta inventada que deberías agotar para ser reconocidx por lxs demás, las leyes y los estados nacionales como una persona trans: pasar de un género normativo a otro género normativo y eso me parece peligroso. Lo travesti como práctica ancestral me permite acercamientos a una conexión desde lo discursivo, es decir, me permite no apelar únicamente al sujeto y lo que puede encarnar el cuerpo (estética de lo postizo: pelucas, vestidos, maquillaje, tacones…) Esto porque la identidad es siempre relación y un posicionamiento.
Tampoco es que lo travesti no esté dentro del espectro de lo trans. Al contrario, lo travesti está dentro del espectro de lo trans. Me interesa ver qué es lo que “el otro” imagina cuando dices en el espacio público: “travesti”. Hay un disciplinamiento de la mirada y la imaginación. Me digo travesti porque me permite habitar las cosas sexuales y sensuales que hay antes, durante y después de la diferencia sexual. Me digo travesti para decir que no nací así, sino que me hice para fugarme desde un gesto micropolítico de lo que estaba destinado para mí después de que se asignó un género que no es completamente mío.
Las travestis somos Metresas y por ende sagradas. Para mí, decirme travesti es activar una conexión con un Misterio ancestral que está definido muy claramente, por ejemplo, en la santería dominicana y su panteón particular: la 21 división. Hemos sostenido una manera de ser dentro de la cultura negra en el Caribe, estableciendo conexiones con los loases, orishas…ahí veo la potencia poético-política de decirme travesti.
¿Consideras que existe una relación intrínseca entre el mandato cis heteronormativo y la colonialidad del saber? ¿Cómo se posiciona la comunidad trans?
La racionalidad que conocemos es un pacto tácito entre la heterosexualidad y la cisgeneralidad. El mundo occidental se ha construido desde la premisa “pienso y luego existo”, pero ¿Quién piensa, con qué piensa, desde dónde piensa, cuál es su género y su origen racial? Las concepciones sobre la sexualidad son hipótesis médico-jurídicas conceptuales que seleccionan la heterosexualidad como régimen draconiano que no admite preguntas, como la norma que deberíamos saber como “lo válido” para definir el sexo. Hay ahí una línea que une la norma, la colonialidad y la sexualidad de los cuerpos.
En relación a redefinir creo que juega un papel importante la escritura como lugar de inventiva imaginativa. Una de las grandes consecuencias del colonialismo ha sido la negación del derecho que todxs tenemos a imaginar. Con la escritura podemos proponer imaginaciones del futuro que queremos, pero a la vez podemos proponer diálogos con el presente y el pasado de manera indisciplinada y no lineal. Para mí, una crítica a la colonialidad del poder debe tener como una de sus prioridades la construcción de una racionalidad negra. Estimulo la producción de un pensamiento negro que se hace cuerpo, desde el cuerpo y con el cuerpo.
Existen muchas referencias a la naturaleza en tu producción escrita y performática, ¿Es
éste un gesto intencional? ¿Qué buscas movilizar?
Me agota lo humano, he tratado de establecer vinculaciones con otros organismos vivos no humanos, también con los muertos y las ánimas. En mi producción escritural y en la performance hay una búsqueda de relación -en el amor vegetal- con los árboles. Eso va desde una enunciación y deseo de vínculo desde la analidad, pero también desde una búsqueda muy consciente de reconocimiento del Gran Bwa como Misterio de la división india de la 21 división que tiene la inteligencia del mundo vegetal y los animales salvajes. De hecho, es una pulsión de vínculo porque son sus raíces las que sostienen el planeta tierra mientras el Misterio se expande. En ese gesto de expansión intento, aunque sea en la potencia de la escritura y la performance, perder la forma humana.
¿Por qué escribe una travesti? ¿Definirías tu trabajo como autoficcional o
autobiográfico? Si te opones a cualquiera de estas categorías, ¿cómo lo definirías entonces?
Nosotras escribimos intentando proponer interrupciones a las lógicas hegemónicas de producción de sentido. Lo hacemos ejercitando pulsaciones escriturales que nieguen el triunfo de la heterosexualidad como forma de organización de la vida, lo hacemos intentando producir microfugas a las maneras de representación que ubican en realidades supremacistas unos cuerpos y rechazan otros. Nosotras escribimos intentando dinamitar los aparatos de producción cognitiva que se alinean a narraciones racistas porque los cuerpos que tenemos no son; ni heterosexuales, ni blancos.
Desde ahí, intentamos proponer críticas activistas -situadas- que toman posición frente a las formas hegemónicas de gestionar los discursos artísticos y la producción epistemológica. Es así como hemos podido encontrar un lugar en los flujos de circulación donde podamos negar una simpatía o un “estar cómodas” dentro del capitalismo global, proponiendo conceptos, prácticas, experiencias, imágenes y formas de organización que traicionen aquello que produce, habitualmente, sentido dentro del trabajo cultural. Nosotras así nos estamos escribiendo e inscribiendo dentro de lo contemporáneo, mediante un NO profundo que nos permita ofrecer un horizonte autobiográfico en busca de la colectivización de nuestra pena morena, las maneras de habitar nuestras negricias y presencias travestis, la excentricidad que nos constituye en nuestras sexualidades desviadas de la normatividad cisheterosexual.
¿Qué opinas sobre la producción literaria de escritorxs trans y travestis latinoamericanxs y del Caribe en este momento?
Uno de los aprendizajes más fuertes y reveladores que he experimentando mediante el travestismo cultural ha sido el poder activar solidaridades con otras travestis, conocer un lenguaje. Conocer esas escrituras han servido como soporte para sentir inspiración mientras continuamos construyendo un mundo monstruoso sin géneros. Dentro de eso y más allá de lo literario lo que más me interesa -en realidad- es poder conocerles y entrar en su universo. Me parece ver en cada persona disidente un camino nuevo que dibuja la posibilidad de algo que me gusta habitar.
En tu trabajo Amor Vegetal, propones una nueva forma de relacionamiento entre las especies humanas y el medio ambiente, ¿Es tu más reciente novela Chapeo parte de ese diálogo entre naturaleza y cuerpo?
El amor vegetal es todo lo que produzco porque es mi proceso de transidentidad. Mi propuesta de expansión de mi travestismo a todo lo que hago. Es cómo reconocer en el cuerpo un altar que va potenciando horizontes donde van surgiendo líneas que curvan, unen y separan conceptos, lenguajes artísticos y maneras de vida: y en Chapeo está todo haciéndose ahí.